2009/03/03

El Dow Jones, de bola de cristal a termómetro del miedo

Por Justin Lahart

Durante los años 90, la habilidad del mercado bursátil de Estados Unidos para predecir la economía parecía insuperable. Representando la sabiduría colectiva de millones de inversionistas, la bolsa era como una bola de cristal.

Después de la burbuja puntocom, sin embargo, los mercados ya no parecían un oráculo eficiente. Hoy en día, la enorme volatilidad de las acciones complica aún más los pronósticos. En los años 90, el Promedio Industrial Dow Jones subió o cayó 2% o más en más de 91 jornadas bursátiles. Sólo el año pasado, hubo 80 oscilaciones de este nivel.

No obstante, en medio de la peor crisis económica en por lo menos una generación, una recuperación de las bolsas sería un señal especialmente positiva.

Más que un indicador de las expectativas de los inversionistas, las bolsas son un termómetro de la confianza. En una época en que la desconfianza es uno de los principales problemas que afectan la economía y cuando, tanto individuos como empresas, están tan inseguros sobre su futuro que reducen sus gastos, un mercado bursátil en alza sería una señal importante de un cambio en la marea. Además, un impulso en las bolsas puede, a su vez, ayudar a elevar la confianza general.

La visión tradicional de las acciones como un indicador del camino que tomará la economía se basa en la idea de que los inversionistas son implacables a la hora de medir la rentabilidad de las empresas. "En la medida en que la rentabilidad de una empresa hable de la economía, las bolsas pueden servir como un indicador", dice el economista Frederic Mishkin, de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia.

Durante casi todos los 11 ciclos de desaceleración que EE.UU. atravesó desde la Segunda Guerra Mundial, el Dow alcanzó récords bajos para luego empezar a subir seis meses antes de que la economía diera señales de recuperación (la gran excepción fue la recesión de 2001, cuando un mercado bursátil destrozado por escándalos sólo alcanzó su nivel más bajo un año después que la economía empezara a recuperarse). Los inversionistas suelen correr hacia las acciones antes de una recuperación económica porque cuando las bolsas suben al fin de una recesión, las ganancias son significativas.

Naturalmente, muchos inversionistas ahora están simplemente ansiosos. Después de alcanzar un récord en octubre de 2007, el Dow cayó ayer a 6.763,29, su nivel más bajo desde abril de 1997. El valor de las acciones ya no parece reflejar la rentabilidad de largo plazo de las empresas, sino "la actitud de los inversionistas sobre el riesgo y la incertidumbre, que en estos momentos alcanza niveles altos", señaló la semana pasada el presidente de la Reserva Federal de EE.UU., Ben Bernanke, al Congreso.

Gran parte de esa incertidumbre tiene que ver con los bancos. Los inversionistas aún no saben a ciencia cierta qué bancos fracasarán o pasarán a manos del gobierno o de sus acreedores, y cualquiera de esas alternativas será devastadora para los accionistas. Como resultado, los títulos de los bancos ya no reflejan las expectativas de los inversionistas respecto a futuras ganancias, sino sus apuestas sobre si determinado banco sobrevivirá o no. Por esa razón, las acciones del sector bancario han fluctuado agresivamente, a medida que los inversionistas batallan para adivinar qué hará el gobierno para ayudar a la industria y si esas medidas funcionarán o no. Debido a que las firmas financieras están en el corazón de la crisis de crédito, cuando se estremecen, el resto de los mercados reacciona acorde.

Ya que las acciones del gobierno son centrales para la recuperación económica, un apoyo del mercado bursátil podría ser una buena señal. Una recuperación de las acciones también podría impulsar la confianza.

"Si ve que la bolsa sube, tendrá más fe en la recuperación", dice Ethan Harris, economista de Barclays Capital.

Por otro lado, si se registran más caídas, la economía puede correr un riesgo mayor. El colapso bursátil que empezó en octubre de 1929 y el subsiguiente descenso en el gasto del consumidor, ahondó la Gran Depresión, sugiere Christina Romer, jefa del Consejo de Asesores Económicos del Presidente Barack Obama.

Incluso para las familias que no tienen dinero en acciones, las bolsas importan. En un ensayo de 1999, Maria Ward Otto, economista de la Fed, encontró que cambios en los precios de las acciones afectaron la confianza de hogares encuestados por la Universidad de Michigan. Su conclusión: la gente usa el mercado bursátil como un indicador de qué pasará con sus sueldos.