2011/07/29

¿Cuán grave sería una rebaja de la deuda de EE.UU.?

Por David Wessel

Una predicción ampliamente compartida en Washington y en Wall Street dice que de aquí a un mes, el Congreso de Estados Unidos habrá elevado el tope de la deuda federal, el gobierno de ese país estará pagando sus cuentas, el presidente habrá firmado una complicada ley para reducir el déficit que posterga decisiones sobre beneficios sociales e impuestos y el país habrá perdido la calificación AAA sobre su deuda pública.

Una rebaja de la calificación de la deuda de EE.UU. a AA por parte de Standard & Poor's— que pondría al país en compañía de Eslovenia, entre otros— no es algo bueno. Pero, ¿qué tanto importará realmente?

¿Disparará una rebaja de la calificación la muy pronosticada caída en los mercados y el alza en las tasas de interés del mercado de bonos? (Si es así, sería económicamente devastador.)

¿O será la pérdida de la calificación AAA casi un evento sin trascendencia de corto plazo, que se transformará en una fecha destacada en los libros de historia sobre el declive de EE.UU.? (En otras palabras, una rebaja refleja los perturbadores problemas económicos y políticos subyacentes más que empeorarlos).

Los mercados, hemos sido advertidos durante semanas, están a punto de entrar en crisis. Una cesación de pagos seguramente provocaría una caída de las acciones. Pero si fuera evitada, ¿se hundirían los mercados debido a que S&P resaltó lo obvio: que los políticos estadounidenses no pueden ponerse de acuerdo con respecto a una solución de largo plazo para las finanzas del país?

Al cierre de esta edición, el Congreso estadounidense se disponía a votar sobre un plan de reducción del déficit propuesto por líderes republicanos y al que se opone la Casa Blanca.

Muy poco ocurrirá automáticamente si la deuda de largo plazo del Tesoro de EE.UU. recibe una calificación de AA de S&P. Unas pocas instituciones con reglas estrictas que establecen que solamente pueden tener papeles AAA tendrían que venderlos o cambiar sus estatutos. Y nadie sabe con precisión qué ocurrirá en el gran mercado de cesiones temporales, conocido como repo, en el que las instituciones otorgan préstamos garantizados con deuda pública estadounidense.

Pero los fondos de inversión que actúan en el mercado de dinero —que poseen US$684.000 millones en deuda del gobierno estadounidense— no tendrían que salir a vender títulos públicos o dejar de comprarlos, dice la asociación que los representa. Las empresas de seguros de vida todavía podrían mantener estos papeles, sostiene por su parte el gremio que los reúne. Los bancos estadounidenses, bajo las actuales reglas, no tendrían que modificar el monto de sus provisiones compuestas en parte por papeles públicos. La Reserva Federal todavía aceptaría bonos del Tesoro como garantía luego de una rebaja de la calificación. China, en la medida que siga comprando dólares con yuanes para evitar que su moneda se aprecie, todavía tendrá dinero para invertir en papeles denominados en la moneda estadounidense.

No todo es color de rosa. Si el gobierno de EE.UU. pierde el sello de aprobación de S&P, uno esperaría que los inversionistas pidan retornos más altos en compensación. Si lo hacen, eso resultará caro.

Un incremento sostenido de medio punto porcentual en las tasas de interés equivaldría a US$435.000 millones que se sumarían al déficit federal durante un período 10 años y US$65 al pago mensual en una hipoteca de US$200.000. Las comparaciones simples de rendimientos promedios pagados por países que tienen calificación AAA y AA no son convincentes, ya que hay demasiados factores en juego. Australia (AAA) está pagando 4,9% en sus títulos de deuda a 10 años. El muy endeudado Japón (AA) está pagando 1,1% y la rebaja que recibió en su calificación tuvo poco impacto perceptible en sus costos de endeudamiento.

Los expertos no se ponen de acuerdo respecto al efecto de una rebaja. Michael Feroli, un economista de J.P. Morgan Chase, dice que no ve consecuencias enormes. Pero el jefe global de estrategia de renta fija en el mismo banco, Terry Belton, predijo que una rebaja en la calificación agregaría entre 0,05 y 0,10 puntos porcentuales al rendimiento de los títulos en lo inmediato y entre 0,6 y 0,7 a lo largo del tiempo.

No hay forma de estar seguro. A pesar de todo lo que ha ocurrido y de lo que no ha ocurrido, a pesar de la expectativa de que S&P rebajará la calificación de EE.UU. a AA, los rendimientos de los bonos han subido sólo levemente y la brecha entre los de EE.UU. y los de, digamos, Canadá o Alemania, no se ha ampliado. Una razón: los inversionistas individuales, los gobiernos y las instituciones compran papeles del Tesoro estadounidense no solamente porque son vistos como el activo más seguro, sino porque su mercado es el más grande y el más líquido del mundo. La gente sabe que puede venderlos instantáneamente y tener casi la certeza del precio que obtendrá por ellos. No hay, todavía, buenas alternativas a los bonos estadounidenses.

Aun así, es difícil aceptar un mundo en el que el único valor que era considerado "libre de riesgo" recibe una calificación menor a la de Austria, Dinamarca, Finlandia, Holanda y Hong Kong (todos tienen AAA).

Los coletazos de una rebaja son impredecibles. "No está nada claro cómo funcionaría el sistema financiero estadounidense y global con el tiempo con una calificación de AA", dijo Mohamed El-Erian, del gigante inversionista en bonos Pimco. "¿Volverá simplemente el sistema a la normalidad y por lo tanto las implicaciones serán limitadas? O ¿la pérdida de un activo totalmente "libre de riesgo" causará una serie de perturbaciones estructurales?", preguntó.

Fuente: WSJ

2011/07/28

El Tesoro de EE.UU. podría revelar un plan secreto para pagar sus cuentas

Por Damián Paletta

El Departamento del Tesoro, que es el ministerio de Hacienda de Estados Unidos, planea detallar lo que hará con los 100 millones de cheques que emite todos los meses si el Congreso no eleva el tope de la deuda pública. De esta manera, revelaría un plan que se ha mantenido en secreto, que tendría grandes consecuencias para la economía, la calificación de la deuda soberana y la posición política del país.

El gobierno del presidente Obama espera que estas decisiones —a quién pagar y a quién no— puedan evitarse si se llega a un acuerdo para incrementar el límite de la deuda antes del 2 de agosto, pero el tiempo se está agotando. Los funcionarios de la Casa Blanca todavía no han decidido cuándo divulgar el plan y podrían cambiar de idea si hubiese un avance en las conversaciones.

Pero si la inquietud del mercado empeora esta semana, el gobierno podría difundir su plan en los próximos días. Representantes del gobierno no quisieron brindar detalles. El Promedio Industrial Dow Jones perdió 1,6%, cerrando en 12.302 puntos, a medida que incrementa la ansiedad de los inversionistas por el impasse político en Washington.

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Cualquiera que sea el plan del Tesoro, la Reserva Federal de EE.UU. jugará un papel importante, si bien ya advirtió que no dispone de herramientas especiales para rescatar al gobierno. La Fed podría optar por tratar de calmar a los mercados financieros, garantizando que los bancos tengan suficiente efectivo para seguir funcionando.

Los ejecutivos de Wall Street creen que el Tesoro reestructurará la forma en que paga sus cuentas, de modo que todos los tenedores de bonos, incluyendo gobiernos como el de China, tengan prioridad. Eso evitaría que el país incumpla el pago de sus obligaciones, algo que hasta Grecia ha podido manejar.

Terry Belton, director global de estrategia de renta fija en J.P. Morgan Chase & Co., dijo que cree que hay "virtualmente cero posibilidades" de que haya un incumplimiento del pago de sus bonos, incluso si el tope de la deuda no es incrementado antes del 2 de agosto.

"El Tesoro dispone de otras herramientas que son bastante perjudiciales pero que son mejores que dejar de pagar sus intereses", dijo. Pagar a los tenedores de bonos antes que a los beneficiarios del Seguro Social, por ejemplo, probablemente generaría protestas a nivel político y podría llevar a demandas judiciales y turbulencias en los mercados, además de una potencial rebaja de la deuda de EE.UU. por parte de las agencias calificadoras de riesgo.

El gobierno está bajo la presión de los tenedores de bonos, ciudadanos de la tercera edad, parlamentarios y otros grupos para que especifique qué prioridad dará a cada pago. Detallar sus planes podría ayudar al Tesoro a contener la creciente incertidumbre en los mercados financieros sobre lo que podría pasar la próxima semana, pero también generar desconfianza política y desatar la crisis que pretende evitar.

Los funcionarios del gobierno creen que perderán la capacidad de pedir más prestado si no se eleva el límite de la deuda. Aunque los ingresos por impuestos han sido más elevados que lo esperado en las últimas semanas, se prevé que el Tesoro contraiga radicalmente los pagos después del 2 de agosto para conservar efectivo el mayor tiempo posible. El centro de estudios Bipartisan Policy Center, en Washington, calcula que el Tesoro registrará un déficit de más de US$100.000 millones en agosto y probablemente no tenga el dinero suficiente para cubrir todas sus obligaciones.

Autoridades de alto rango del gobierno se han reunido durante semanas para trazar planes para operar después de la fecha límite, pero no han revelado ninguna de sus estrategias. Los detalles sólo han circulado en un grupo cerrado de funcionarios, incluyendo al presidente Obama; el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, y un círculo de colaboradores de éste en el departamento.

Dos importantes asesores son Mary Miller y Matthew Rutherford, ambos expertos en mercados de deuda. Rutherford ha sido un consejero cercano de Geithner desde que ambos trabajaron juntos en el banco central de Nueva York. Miller es una experta en el mercado financiero que pasó 26 años en el fondo T. Rowe Price Group Inc.

Ex funcionarios del gobierno aseguran que no hay una respuesta simple para cómo el equipo de Geithner debería navegar esta situación y que dar prioridad a algunos pagos del gobierno sobre otros sería una pesadilla logística y técnica.

Fuente: WSJ

2011/07/27

Ante el fin del dinero fácil en el mercado cambiario, los bancos buscan su nicho

Por Jessica Mead

LONDRES—Los días del dinero fácil en el negocio de los mercados cambiarios internacionales parecen haber terminado, y los bancos que llegaron tarde al mercado de US$4 billones (millones de millones) diarios podrían tener que limitarse a actuar en nichos de ese mercado.

La primera serie de resultados de bancos correspondiente al segundo trimestre de 2011 indica que aquellos que operan en los mercados cambiarios, tanto grandes como pequeños, están teniendo dificultades para ganar dinero. Aunque los bancos rara vez detallan los ingresos que corresponden únicamente a la operativa cambiaria, muchos han informado que ese ítem ha caído con respecto a un año atrás en las divisiones que manejan monedas, bonos y commodities.

Goldman Sachs Inc. registró una caída de 53% en los ingresos de esa división en comparación con un año atrás. Citó como razones las difíciles condiciones del mercado y dijo que los ingresos netos generados por las operaciones cambiarias cayeron levemente.

Su rival Citigroup Inc. informó de una caída de 18% en los ingresos generados por instrumentos de renta fija, fundamentalmente como consecuencia de la situación en cuanto a tasas de interés y monedas en los mercados desarrollados. Morgan Stanley, que ha fortalecido sus operaciones de transacciones monetarias, señaló que los ingresos generados por la renta fija y las ventas de commodities cayeron 10% en el año.

"El trimestre pasado fue un trimestre excepcionalmente difícil", indicó Jeff Feig, jefe global de operaciones cambiarias internacionales en Citigroup, el cuarto mayor banco a nivel mundial en materia de operativa con monedas extranjeras. "Es más difícil ganar dinero, y por lo tanto estamos viendo menos contrataciones frenéticas y se están produciendo algunos despidos", explicó.

David Steck, jefe global de ventas de moneda extranjera en Nomura Holdings Inc., señaló una tendencia similar y dijo que piensa que la industria se reducirá 10% "a través de una silenciosa reducción del personal dedicado a las operaciones de cambio de moneda extranjera".

El crecimiento de los montos transados y las enormes diferencias entre los niveles a los cuales los operadores compran y venden monedas hicieron del mercado de moneda extranjera una alternativa importante y rentable para los bancos en 2008 y 2009. Los bancos que anteriormente le habían prestado escasa atención al negocio o que se habían concentrado en rincones específicos del mercado, intentaron competir con líderes de la industria que mueven grandes volúmenes como Deutsche Bank AG, Barclays Capital y UBS AG.

Entre esos bancos están Nomura y BNP Paribas SA.

Pero incrementar la participación de mercado requiere enormes y continuadas inversiones en tecnología y personal. Y el boom en el corretaje de alta frecuencia —el Banco de Inglaterra calcula que esas operaciones ahora representan 25% de toda la facturación en Londres— ha provocado que los fondos más ágiles castiguen a cualquier banco que esté trabado por un sistema de fijación de precios relativamente lento y no competitivo.

En una conferencia en Nueva York la semana pasada, Steck, de Nomura, predijo un cambio en la táctica de los bancos. "La tendencia hacia el servicio completo se terminó. Más participación de mercado irá a los proveedores pequeños y focalizados que están haciendo cosas específicas", vaticinó.

"Debemos ser honestos para determinar aquello en lo que somos buenos e impulsarlo, y al mismo tiempo dejar medio pie en otras áreas para que podamos hacer una inversión cuando haya una probabilidad razonable de tener éxito", afirmó Steck.

Más que buscar cuotas de mercado, los conocedores del sector dicen que algunos bancos van a concentrarse en grupos particulares de clientes, tales como corporaciones o fondos de cobertura, mientras otros van a especializarse en regiones. Por ejemplo, Nomura tiene una fuerte presencia entre los inversionistas minoristas japoneses pero no es un gran jugador en el negocio de corretaje de más volumen.

BNP Paribas, que publicará el 2 de agosto sus ganancias del segundo trimestre, no está de acuerdo con este enfoque. Eric Auld, el jefe global de operaciones de cambio de moneda extranjera del banco francés, dijo que BNP está comprometido con el negocio de ser un proveedor de servicios completos. "Para nosotros la situación es buena; seguimos invirtiendo y contratando", aseguró.

Y a pesar de los obstáculos, los recién llegados han tenido algo de éxito capturando cuotas de mercado. La encuesta anual de Euromoney, tomada como referencia en el mercado, mostró que los tres principales bancos con operaciones en moneda extranjera perdieron un poco de cuota de mercado en los últimos años a manos de un grupo de bancos más pequeños que los persiguen.

Aun así, algunos bancos están descubriendo que aumentar el tamaño no siempre es lo mejor.

Fuente: WSJ

2011/07/26

¿Qué puede opacar la buena racha del oro?

Por Jack Hough | De SmartMoney

Estados Unidos se salvó de colapsar en una ruinosa anarquía cuando en las últimas horas del 19 de julio su presidente respaldó un programa del Senado para reducir el déficit. Al parecer, los legisladores están a pocas semanas de alcanzar una mejoría de US$4 billones (millones de millones) en las finanzas públicas y reformas a los programas sociales y el código tributario.

Para los inversionistas en oro, fue un revés menor. El precio de su metal precioso se ha multiplicado por seis en una década y el 19 de julio llegó a US$1.601 por onza. Al día siguiente, perdió US$20 antes de recuperarse. Más problemas podrían estar por llegar. Fuentes al tanto dicen que aún falta que corra mucha sangre.

El oro, en ausencia de temores neuróticos, es una inversión paupérrima. En 2001, la última vez que EE.UU. registró un superávit, el metal se vendía por apenas US$300 la onza, ajustado a la inflación, luego de un declive de dos décadas. Desde entonces, los ataques terroristas de ese año, las guerras, el estallido de las burbujas bursátil e inmobiliaria, el derroche y las reyertas lo han hecho subir todavía más. Los fondos que cotizan en bolsa han ayudado. Una inversión en oro solía requerir un poco de investigación respecto a dónde comprarlo y dónde guardarlo. Ahora, cualquiera que se asuste por una conspiración entre (George) Soros, (Barack) Obama y Marx (Karl) simplemente puede llamar a su corredor de bolsa.

Por supuesto, el alza del precio del oro sirve para justificar la angustia de la gente, y como una razón para comprar más oro. Y los asesores que lo promocionan encuentran una audiencia dispuesta.

Pero considere, por un momento, algunas cosas que podrían salir mal.

En primer lugar, la inflación podría no dispararse. Los excesos del gobierno, de los cuales ha habido muchos, se supone que llevan a la emisión de dinero y a un alza de los precios. Sin embargo, los precios al consumidor cayeron en junio. Están 3,6% más altos que el año pasado, pero solamente porque los de la energía treparon 20% y esos comenzaron a caer.

En segundo lugar, el oro podría resultar ser un pésimo refugio contra la inflación. Después de todo, la inflación resulta en un incremento en el precio de los productos comunes por lo que una manera común de combatirla es tener esos bienes comunes. El oro no tiene el mismo valor práctico que el petróleo, el maíz, el cobre o el acero. Su conexión histórica con la riqueza viene solamente de un puñado de características químicas que lo hicieron ideal para la tarea de hacer monedas a mano mucho antes de la era de los bancos centrales y las casas de moneda. Ningún país usa al oro como dinero o tiene planes de hacerlo.

Tercero, EE.UU. podría no hundirse. La deuda no llegará a niveles récord como porcentaje de la economía hasta 2025 en un escenario pesimista y el país gasta mucho más que sus pares ricos en categorías como salud pública y defensa, lo que sugiere que puede ahorrar mucho sin sacrificar demasiado una vez que Washington empiece a sentir los efectos, como podría pasar ahora.

Además, las guerras podrían apaciguarse, la economía podría seguir débil pero estable, el presidente podría resultar ser una persona decente más que un saboteador y las rabietas del Tea Party podrían resultar en serios recortes de gastos. El oro podría incluso perder algunos fans. En otras palabras, podría resultar que EE.UU. está bien, y eso no sería muy bueno para el oro. Muchos de quienes poseen el metal no solamente están cuerdos sino que son conocedores, pero temo que su buena racha fue amplificada.

No hay una manera matemática de demostrar que el oro está caro. Las compañías tienen flujos de caja, los bienes raíces generan renta y las máquinas tienen una utilidad, pero el oro sólo tiene su brillo. No obstante, hay un par de señales inquietantes. En primer lugar, esos fondos que cotizan en bolsa han acumulado tanto del metal como puede extraerse en un año, lo que deja un gran suministro disponible para su venta rápida. En segundo lugar, los precios de las acciones de las empresas que extraen oro han estado notoriamente por detrás que los del metal. Las mineras se han vuelto menos atractivas para los fanáticos del oro, argumentó The Economist en junio, porque están asegurando precios, reduciendo el gasto en producción y diversificándose a otros metales. Cuando las mineras de oro se muestran cautelosas con respecto al metal, eso es probablemente un signo negativo.

A propósito, pienso que el oro podría fácilmente llegar a US$2.400 antes de hundirse. Su máximo ajustado por inflación de comienzos de los años 80 superó los US$1.800. Entonces, si US$1.600 equivale a una burbuja, es una a medias. Me gusta que mis máximos de burbujas sean realmente absurdos y US$2.400 me parece bien. Pero a diferencia de otros con pronósticos similares, admito abiertamente que el mío no tiene base. Y no le recomendaría a nadie que apueste sus ahorros a él.

Fuente: WSJ

2011/07/25

Las oscilaciones de los mercados dividen a los inversionistas

Por E. S. Browning

Las inquietantes oscilaciones de las acciones se han convertido en la norma durante las últimas semanas en Wall Street, una señal del profundo desacuerdo entre los inversionistas acerca de si es el momento de comprar o vender.

La inusual volatilidad plagó los mercados en junio y volvió a hacerlo la semana pasada, cuando el Promedio Industrial Dow Jones (PIDJ) cayó 95 puntos el lunes, remontó 202 el martes y otros 152 el jueves.

El Dow Jones ha tenido 18 días en los que se movió más de 100 puntos desde su marca récord en abril. La cuenta del vaivén dice que fueron nueve bajas y nueve alzas.

La perspectiva optimista sostiene que la amenaza de cesaciones de pagos de las deudas en Estados Unidos y Europa es un problema que se puede evitar o manejar. Otros problemas, como el desempleo y la vivienda en Estados Unidos y el sobrecalentamiento de la economía de China, se contemplan desde un enfoque similar.

Este estado de ánimo contribuyó la semana pasada a la subida de las acciones, a pesar de que los optimistas reconocen que su ansiedad se incrementaría si, en efecto, EE.UU. incumple sus obligaciones de deuda, o si los problemas fiscales europeos se propagan a España e Italia. Los pesimistas responden que solucionar tales problemas perjudicaría a los mercados mundiales y, al final, hundirían las acciones.

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"La gente está dividida", dice Michael Darda, economista jefe de la corredora MKM Partners. Darda se cambió de bando la semana pasada, urgiendo una mayor cautela porque teme que la crisis de la deuda europea y la desaceleración del crecimiento económico en China harán casi imposible que las empresas de EE.UU. mantengan sus márgenes de ganancias.

Esa combinación podría arrastrar las acciones este año, sostiene Darda, que desde 2009 era parte del bando de los optimistas.

Esta semana parece proclive a ver más grandes movimientos, mientras los inversionistas y las empresas de calificación digieren las noticias de Washington y echan un vistazo más de cerca al paquete de rescate para Grecia.

Con el avance de la semana pasada, el Dow Jones está a 129,38 puntos por debajo de su máximo antes de la crisis, de 12.810,54 puntos, registrado el 29 de abril. La escalada es un signo de que el optimismo puede estar contagiándose entre algunos inversionistas.

"El hecho es que en el largo plazo, los inversionistas [profesionales] tienden a ser optimistas acerca de las acciones", dice Phil Roth, analista de mercados de la corredora Miller Tabak + Co.

La información de Investors Intelligence, que hace un seguimiento de los boletines de analistas sobre la evolución de las acciones, muestra que desde 1962, estos expertos han sido alcistas en una proporción de casi 2 a 1, en promedio. La semana pasada, la cifra fue de 2,2 a 1.

"El auge del comercio mundial, la fuerte productividad de las empresas y el creciente capital disponible constituyen el escenario que uno diseñaría para apuntalar el mercado y eso es lo que tenemos en la actualidad", sostiene Marc Stern, presidente de Bessemer Trust, que supervisa US$65.000 millones en Nueva York.

Algunos inversionistas se han fijado más en fundamentos del mercado —por ejemplo, cuáles son las compañías con buen desempeño—, en vez de los factores más macroeconómicos. Estos inversionistas se han visto especialmente impresionados por una cadena de fuertes ganancias en el segundo trimestre, como es el caso de IBM, Coca-Cola, Apple y Harley-Davidson. Esas ganancias han hecho que algunos se olvidaran momentáneamente de los problemas de las deudas soberanas.

Sin embargo, otros inversionistas temen que la economía de EE.UU. sigue siendo demasiado débil para crecer a un ritmo estable sin ayuda del gobierno.

"Estamos preparando a nuestros clientes para un período de crecimiento por debajo de lo normal y retornos menores", dijo Leo Grohowski, jefe de inversiones de BNY Mellon Wealth Management, que maneja US$170.000 millones en activos en Nueva York. Los clientes deben estar preparados para más vaivenes súbitos en los mercados en los próximos 10 años, indicó.

Fuente: WSJ