2009/03/12

¡A revisar la política cambiaria!

El sistema de flotación sucia que aplica el gobierno está en el ojo del huracán después de que el peso se ha derrumbado en los últimos seis meses. Los mecanismos de intervención en el mercado no parecen ser eficaces frente a una crisis como ésta, ni tampoco las reglas para el tratamiento de los capitales. Está en juego la estabilidad económica y el crecimiento futuro

El peso mexicano ha sido vapulado por la crisis. En los últimos seis meses se ha devaluado 44.3% frente al dólar, algo inimaginable antes de la crisis, cuando la moneda mexicana presumía de una fortaleza inusitada entre las monedas de los países emergentes.

Ahora los mexicanos que viajan al exterior deben comprar dólares a precios que superan los 15.50 pesos por dólar en las casas de cambio, casi cinco pesos más que el precio que se ofertaba hace medio año atrás. Ninguna moneda de otro país emergente de desarrollo similar al de México se ha depreciado tanto como el peso mexicano.

¿Qué pasó con aquella moneda orgullosa de “los fundamentales de la economía” –como dicen los economistas–, que la sostenían y que incluso el propio Banco Central debía apoyarla para que su excesiva fortaleza no hiciera trizas a la pujante industria exportadora del país?

El debate está abierto. ¿Acaso el gobierno mexicano, el Banco Central y los empresarios del país también se dejaron seducir por la avalancha de capitales financieros producto de la “exuberancia irracional” como la llamó Alan Greenspan y que hoy tiene al borde del colapso al sistema bancario estadounidense? ¿Acaso la dependencia comercial de EU está mostrando su lado oscuro con la debilidad del peso?, ¿Acaso la operación del Banco Central y del gobierno de un régimen cambiario de flotación sucia no ha sido eficaz para contener el derrumbe del peso? ¿Acaso el manejo de la política monetaria reciente tuvo consecuencias directas sobre la brutal caída del peso?

LA RAÍZ DEL ASUNTO
La historia reciente del derrumbe del peso comenzó hace no mucho tiempo. En julio de 2008 para ser exactos. En ese mes la Comisión de Cambios sucumbió ante la presión de grupos empresariales que deploraban la fortaleza del “Súper Peso” y aseguraban que restaba competitividad a las exportaciones. Allí se inició la debacle cambiaria.

“Fue claro que las autoridades se dejaron presionar por grupos empresariales y luego operó en contra la decisión de muchos de esos grupos de cubrir sus posiciones en dólares”, dice Gerardo Esquivel, del Colegio de México.

Hasta julio de 2008, con 40 mdd, la mano invisible de Banxico mantenía bajo control el mercado cambiario. Sin embargo, al eliminar este mecanismo envió un mensaje claro: tenemos dólares para apuntalar la paridad cambiaria. El problema fue que la crisis estalló en octubre y el ancla cambiaria ya se había perdido; ni siquiera los 4,000 mdd de las Reservas Internacionales (RI) han sido suficientes para frenar la embestida.

Hoy, la controversia en torno al peso está servida en todos los frentes. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) calcula que respecto a julio pasado la devaluación ya es de 50%. ¿Se debe a ataques especulativos o a las salidas de capital en el rápido deterioro de los fundamentales económicos del país? ¿Hay una sobrerreacción del peso por la fuerte incidencia de la aversión al riesgo o existe una presión real más duradera? ¿Está el peso subvaluado o todavía le queda un buen trecho bajista por recorrer? Y, si Banxico no hubiera intervenido, ¿en dónde estaría el peso ahora?

Por encima de todas estas preguntas se encuentra una controversia superior: ¿Bajo las actuales circunstancias, funciona el régimen cambiario que defiende Banxico? ¿Puede seguirse hablando de un esquema de libre flotación, cuando las intervenciones del Banco Central se han hecho indispensables? Pero, sobre todo, ¿deben reconocer las autoridades la necesidad de un cambio estructural en el régimen de política cambiaria?

Las opiniones están divididas. Raúl Feliz, investigador del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), no observa argumentos lo suficientemente válidos para afirmar que el actual régimen cambiario no está funcionando: “Se interpreta según conviene. Cuando el peso se fortalecía entre 2001 y 2007, el gobierno y todo el mundo estaban muy contentos y hablaban de que eso reflejaba la fortaleza de la economía. Ahora, súbitamente ya no funciona el régimen de flotación pero no es un problema de régimen sino de la economía mundial”, asegura y adelanta: “Una vez que la economía retome sus cauces se demostrará que este régimen sigue funcionando.”

Mientras tanto, el tipo de cambio se ha acercado peligrosamente al nivel de 16 pesos, lo que provocó que la Comisión de Cambios replanteara la estrategia de intervención que ha seguido en el mercado cambiario sin éxito. Así, a partir del 9 de marzo inició –en adición a los 300 mdd que ofrece vía subasta y a las intervenciones directas que realiza en el mercado- una venta diaria adicional de 100 mdd a través de subasta pero a un precio de mercado. En el año el Banco Central ha utilizado cerca de 20,000 mdd de sus reservas sin lograr detener la escalada de devaluación del peso.

PANDEMIA DEVALUATORIA
La moneda mexicana, al igual que otras divisas emergentes, se está haciendo pedazos simplemente porque no hay dólares. No hay dólares porque se vende menos petróleo y cuesta menos, porque cae el envío de remesas, y porque ante la recesión y la violencia que vive el país los extranjeros invierten menos en fábricas y títulos de deuda mexicanos.

Pero no es un problema exclusivo de México. En gran parte de las economías emergentes no hay dólares, su precio se va por las nubes y las deudas se agigantan; por eso los banqueros centrales subastan los dólares acumulados durante la etapa de auge y que conservan en sus cofres en forma de RI, tratando de calmar el hambre por el billete verde. Por eso, la Fed tiene una línea “swap” de 30,000 mdd con Banxico y con otros bancos centrales.

La mano invisible del banco central nunca ha dejado de acompañar al precio del peso. Para Gerardo Esquivel, investigador del Colegio de México, la paridad del peso vive una especie de “flotación sucia, con una intervención del Banco Central implícita que, no obstante, nunca se ha hecho explícita”. De hecho, asegura que México nunca ha contado con un régimen de libre flotación, porque si así fuera no se hubiera acumulado tal cantidad de RI.

Hasta el 6 de marzo, la RI ascendió a 79,822 mdd, lo que representó una reducción de 5,619 mdd (una caída de 6.5%) respecto a los 85,441 mdd alcanzados a diciembre de 2008. Además, las intervenciones vía subastas en el mercado cambiario han sembrado el terreno para los cazadores de oportunidades que descifran con facilidad los mecanismos del Banco Central, según lo confirma Rodolfo Campuzano, director de análisis de la Casa de Bolsa Invex.

LAS INTERVENCIONES DE BANXICO
Los regímenes de tipo de cambio puros son prácticamente inexistentes: los sistemas de tipo de cambio fijo tienden a ajustar sus bandas cuando la cotización no es consistente con el comportamiento de la balanza de pagos; mientras que en los libremente fluctuantes, las autoridades no renuncian a intervenir de manera frecuente para moderar los movimientos de la divisa.

Banxico tradicionalmente ha venido interviniendo en el mercado de cambios para moderar las fluctuaciones de la divisa. Por tanto, y desde la devaluación de 1994, cuando el gobierno de Carlos Salinas de Gortari dilapidó todas las reservas para defender el sistema de cambios fijo, el Banco Central ha reconstruido sus niveles de reservas y las ha utilizado con el fin de preservar la estabilidad cambiaria.

Esas intervenciones serán positivas en tanto que moderen las oscilaciones del tipo de cambio que perturbarían la economía, sin llegar a quebrantar las tendencias impuestas por las fuerzas del mercado. Sin embargo, movimientos muy volátiles de la divisa tienen efectos muy perniciosos sobre la economía: cohíben las relaciones comerciales y generan inflación, que dañan el bienestar de la sociedad.

En efecto, variaciones bruscas e imprevistas en las cotizaciones hacen muy costosas las coberturas cambiarias, e incluso prohibitivas. Por eso ha resultado fundamental que las autoridades, mediante intervenciones en caso de extrema volatilidad cambiaria, reduzcan el grado de incertidumbre de los agentes económicos a la hora de establecer sus contratos comerciales. Los analistas, de hecho, observan con preocupación los niveles en los que se ubica ya el tipo de cambio. “Ha sido sorprendente que aún no se vea un efecto más profundo en la inflación”, asegura Jorge Mattar, oficial de la sede subregional y director adjunto en México de la CEPAL.

Y es que la inflación es otra de las graves consecuencias de una depreciación acelerada de la moneda como la que estamos viendo. En el caso mexicano, Mattar considera que los precios no se han disparado en la magnitud de la devaluación del peso porque se están conteniendo para evitar mayores caídas en las ventas.

LOS MOTIVOS DE LA COMISIÓN
Es un hecho que si Banxico no hubiera inyectado dólares, si no hubiera atemperado la tendencia del peso vía cantidades, toda la corrección de la divisa se habría producido vía precios, y posiblemente se estaría hablando de una cotización del dólar mayor a 17 pesos.

En ese caso, Banxico, para evitar males mayores (una inflación más alta o el impago de deuda privada), quizás no sólo no habría reducido las tasas de interés en la última reunión en unos frustrantes 25 pbs, sino que las estaría incrementando para mitigar la fuga de capitales, con los efectos perniciosos que tendría sobre el crecimiento.

Otro asunto es por qué, si lo que necesita la economía es que haya más dólares, no se permite que los dólares que ingresa diariamente Pemex entren directamente al mercado cambiario y alivien la tensión del peso. Ahora mismo, cada dólar que la petrolera trae al país se cambia por pesos en la ventanilla del Banco Central, y pasan a formar parte de la RI que Banxico administra.

A la luz de la crisis, el sistema de flotación sucia es el que ha resultado más pragmático. Las crisis cambiarias que se han sucedido desde los años noventa (la de la libra, la lira y la peseta, la del peso mexicano, la asiática, la del real brasileño, la del peso argentino o la que se puede producir en Europa del Este) han demostrado que, en un mercado de tanto volumen como el cambiario, no hay nivel de reservas suficientes para atajar un ataque especulativo en caso de que las fuerzas de mercado quieran terminar con la paridad de una divisa o expulsarla de sus bandas.

Si bien los analistas coinciden en que lo mejor es intentar preservar la estabilidad cambiaria sin que se reviertan las tendencias marcadas por las fuerzas del mercado, y que lo menos costoso es un sistema de flotación sucia, también aseguran que Banxico tiene que tomar decisiones inmediatas frente a la demanda identificada de dólares que está moviendo y determinando el rumbo del mercado.

Un caso que valdría considerar es el modelo de Colombia que cuenta con un régimen cambiario de flotación “sucia” que está sujeto a intervenciones discrecionales del Banco de la República en la medida en que éste perciba que la tasa de cambio está fluctuando demasiado. Pero la intervención directa en el mercado cambiario no es el único instrumento para controlar el tipo de cambio. Otra manera de hacerlo es mediante los controles de capitales. Desde 1993 las autoridades colombianas han utilizado un depósito no remunerado al endeudamiento externo privado como instrumento para controlar los flujos de capitales, en especial los de corto plazo, considerados de origen especulativo. Este encaje se fijó en 40% por un periodo de 12 meses.

Raúl Feliz, del CIDE, considera que: “Se cometería un error al modificar el régimen cambiario, lo que Banxico ha querido hacer es intervenir y todos los regímenes del mundo son sucios, no hay regímenes puros.”

Pero Gerardo Esquivel, del Colmex, dice que éste podría ser el momento para seguir un régimen cambiario definido, transparente y simétrico. Reconoce, sin embargo, que el problema es que la paridad ya se encuentra demasiado alta. “Si en este momento la Comisión de Cambios decidiera cambiar de régimen tendría que aceptar una banda demasiado amplia.”

Además, el Gobierno Federal tendría que reconocer explícitamente que el origen del problema se encuentra en la demanda de los grandes bancos, de los grandes corporativos y no del público en general. “El peso está sujeto a estos grandes choques”.

Separar esta demanda de dólares y darle transparencia a sus vencimientos podría ser una salida, frente a la embestida para no malbaratar las reservas. La solución, ahora, es simple: poner límites. La otra es esperar a que la crisis termine, pero el verdadero problema es que la economía difícilmente resistirá un peso hecho añicos.

(El Semanario Agencia, ESA)