2009/02/09

¿Funcionarán los paquetes fiscales?

David Tuesta (*)

Día a día las noticias van confirmando un escenario global más complicado, y ya casi no existe país que se salve de ello. Latinoamérica quizá es quien mejor la viene librando, pero la crisis nos tocará con fuerza sin ninguna duda. Dada esta situación, el mundo ha venido "echando mano" de la política monetaria de forma agresiva en busca de proveer liquidez. Luego, ante la inminencia del impacto sobre el sector real, las ayudas fiscales han empezado a tomar protagonismo, y es claro que esta última está siendo llamada a convertirse en el "motor" que contribuya a evitar un mayor colapso y restaurar la confianza. Pero ¿será capaz la política fiscal de lograr tremenda hazaña?

El éxito de que las ayudas fiscales tengan impacto, al margen de su magnitud, dependerá finalmente de qué tan convencidos estemos del rol del multiplicador fiscal, que se puede ver de forma simple como el impacto que debiera tener un incremento del gasto o reducción de los impuestos (como porcentaje del PBI) sobre el crecimiento. La literatura relevante sobre el tema muestra resultados de todo tipo, desde aquellos que dan cuenta de efectos negativos hasta aquellos que más que duplican el efecto de la política fiscal. La variedad de los resultados descansa no solo en la metodología utilizada, sino también en factores tales como: la composición de la política fiscal entre impuestos y gastos, la focalización de las medidas, el nivel de desarrollo del país, la rapidez con que se implementan las decisiones fiscales, el grado de desarrollo institucional de los países, y, finalmente, si es que hablamos de efectos de corto o largo plazo.

Así, por ejemplo, una aproximación simplista, pero válida señalaría que una política de gasto directa del Gobierno es más efectiva que una de impuestos, sobre todo en un escenario de incertidumbre donde los agentes decidirían no gastar el mayor ingreso disponible que les daría la reducción impositiva. Otros, más apegados a los "clásicos", indicarán que el efecto será nulo, salvo que el programa se concentre en reducir aquellos impuestos que estén generando distorsiones. Algunos añadirían también que se requiere que la ayuda esté bien focalizada hacia aquellos con mayor propensión a consumir (los menos ricos). El rol que juegan las instituciones también se muestra clave, sobre todo si los programas de gastos e inversión pública no son lo suficientemente transparentes y los indicios de corrupción son elevados.

Una investigación de finales de diciembre del Fondo Monetario Internacional intenta rescatar algún consenso respecto de las medidas que podrían tener mayores probabilidades de éxito, si cabe el término. Por ejemplo, se destaca concentrar esfuerzos en la inversión pública; transferencias focalizadas a sectores de bajos ingresos; reducciones temporales en impuestos al consumo donde la vigencia de la medida quede sujeta, por ejemplo, a alcanzar un determinado nivel de crecimiento del producto; reducciones en los tramos de Impuesto a la Renta; así como, reducciones temporales en las contribuciones a los seguros de desempleo.

Claramente, lo que no se recomienda, dada la falta de transparencia y efectividad, son las siguientes medidas: incremento de salarios en el sector público; subsidios a industrias específicas; reducciones en las tasas de impuestos empresariales; depreciaciones aceleradas; reducciones en los impuestos a las ganancias de capital o a la reparticipación de dividendos; amnistías tributarias; medidas arancelarias; entre otras.

Lo que sí hay que tener muy claro es que la política fiscal no es la que va a sacar a la economía global finalmente de la crisis. El mundo requiere hacer inevitablemente una "purga" completa de todas aquellas ineficiencias acumuladas con el fin de retomar finalmente la confianza de los agentes, quienes son finalmente los que mueven la oferta y la demanda. Esto implicará, al final, una reforma del sistema financiero que tiene que rescatar las bondades que permitió que el mundo tuviera una de las etapas más duraderas de alto crecimiento, pero tratando de minimizar todo aquello que lo desvirtuó. La tarea es titánica y sobre ello intentaremos hablar en una próxima entrega.

(*): Economista jefe de Tendencias Globales, BBVA-Madrid.

Fuente: Gestión