2009/02/07

La alternativa de los bancos tóxicos

por Expansión

Después de muchos meses de pugnar contra la crisis financiera, la terapia aplicada por los gobiernos de Europa y EEUU se ha revelado insuficiente para devolver la estabilidad a los mercados.

La nacionalización parcial o total de algunas entidades, o su recapitalización con fondos públicos, no han bastado para regenerar la confianza y normalizar el flujo crediticio. Ante la persistencia de los desequilibrios, EEUU y la UE analizan la creación de bancos malos –bad banks– que absorban los activos tóxicos de las entidades y dejen impolutos sus balances.

Esta posibilidad, contemplada en el plan inicial de rescate de la Administración estadounidense, tiene escasos precedentes más allá de la positiva experiencia sueca de los noventa, pero sobre el papel ofrece una ventaja esencial frente a otras fórmulas.

A diferencia de la recapitalización, donde los activos malos conviven con los buenos, consumiendo capital y alimentando los recelos, la absorción de los activos dañinos dejaría el banco saneado y limpio, lo que, en teoría, debería alentar la reaparición de la confianza.

El principal inconveniente estriba en definir y clasificar esos bienes tóxicos y, sobre todo, en establecer un precio adecuado para ellos. Cuanto más elevado, mayor factura para los contribuyentes, mientras que un precio demasiado bajo podría provocar que muchas entidades no acudieran, con lo que el mercado seguiría sin estar limpio de activos problemáticos.

El precio, en términos presupuestarios, no será pequeño en ningún caso, pero atajar una crisis bancaria de estas dimensiones no es un proceso barato ni indoloro.

A falta de conocer si esos bancos tóxicos estatales serán capaces de absorber todas las partículas dañinas acumuladas en los tiempos de bonanza, es evidente que la recapitalización de la banca con fondos públicos no ha traído consigo una mayor confianza, con el riesgo que ello implica: sin certidumbre no hay crédito y sin éste la economía y el sistema financiero corren el riesgo de colapsarse.

La posible creación de bancos malos no es la solución ideal –el rescate de entidades privadas con el dinero de los ciudadanos nunca lo es–, pero, dada la gravedad de la crisis y la singuralidad del sector financiero, es una hipótesis que no puede desecharse a la ligera, máxime cuando ya se ha experimentado con otras medidas igualmente intervencionistas y costosas, pero de limitada eficacia.