2010/01/28

Los consejos de Volcker sobre la banca no son suficientes

por Martin Wolf. Financial Times

Los ciudadanos han dejado de ver en el sector financiero las manos diestras de los que llegaron a dominar el mundo; ahora sólo imaginan las manos especuladoras de codiciosos financieros. No es de extrañar que Obama, castigado por los votantes de Masachusets, haya decidido arremeter contra un sector que goza incluso de menos popularidad que su partido.

El presidente estadounidense, no sólo ha seguido los consejos del ex presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, sino que ha decidido adoptar las medidas reguladoras propuestas por su secretario del Tesoro, Tim Geithner. Volcker propone una versión adaptada a los nuevos tiempos de la ley Glass-Steagall, aprobada en 1933, en la que se distinguía entre la banca comercial y la banca de inversión.

Al anunciar las nuevas propuestas la semana pasada, Obama habló de la “Regla Volcker”, según la cual, la banca comercial, no podrá participar en actividades especulativas de alto riesgo ni invertir en capital riesgo y hedge funds para su propio beneficio. Además, añadió el presidente, “propongo que evitemos futuras consolidaciones en nuestro sistema financiero”.

La iniciativa resulta comprensible. El rescate del sistema financiero ha resultado un éxito, pero el endeudamiento de todos los sectores, excepto del Gobierno, es contraproducente. Se desconoce hasta qué punto el sector financiero está dispuesto a conceder préstamos o el sector no financiero a solicitarlos. Tengo la impresión de que hay poca disposición de ambas partes.

Como indicaba el Instituto McKinsey Global en un reciente informe, el desapalancamiento puede tardar muchos años en llegar. La diferencia entre la solidez de las finanzas y la debilidad de la economía es inevitable en la fase inicial de la recuperación. También es tremendamente impopular. No obstante, por comprensible que resulte la política, resulta menos evidente que los cambios propuestos sean una solución.

Hay un aspecto que podría resultar perjudicial. Después de dos años en los que el mundo ha pensado en todo tipo de soluciones, el Gobierno más poderoso del mundo decide introducir una serie de ideas que no dejan de resultar inquietantes. Si resultaran acertadas, es probable que la incertidumbre acabara por disiparse.

Pero, si entorpecen la aprobación de reformas en EEUU o los acuerdos con otros países en este sentido, las iniciativas podrían tener serias repercusiones. La incertidumbre inyectada al sistema financiero, justo en un momento en el que éste recuperaba la previsibilidad, podría ser la peor de las consecuencias.

Además, parte de estas reformas, seguramente todas ellas, resultarán imposibles de aplicar fuera de EEUU, con las dificultades que ello comporta a la hora de establecer una coordinación a nivel internacional. Muchos países de Europa continental se rigen por el modelo de banca universal y defienden la permanencia de los grandes bancos. Se les puede convencer para que separen las operaciones con capital propio del resto de actividades pero, me temo que no conseguirán persuadirles para que limiten el tamaño de sus bancos. La cuestión es cómo pueden funcionar estas normas en las actuales entidades que operan a nivel mundial.

Cabe plantearse si las ideas de Volcker son prácticas y convenientes. En mi opinión, es conveniente que las entidades queden al margen de las inversiones especulativas. Presenciar cómo los bancos se lucraban con actividades de las que todavía estamos pagando las consecuencias resulta angustioso. Sin duda sería mucho mejor que se pudiera liquidar entidades financieras sin causar demasiados trastornos por el hecho de que sean demasiado grandes para caer o porque tienen demasiadas conexiones con el resto del sistema financiero.

Por otro lado, no queda claro que las propuestas resulten prácticas. ¿Se puede en realidad trazar una línea y, lo que es más importante, establecer una vigilancia, entre las actividades legítimas de los bancos y las que no están destinadas al servicio de sus clientes? ¿Dónde empieza o termina la especulación? ¿Cómo se mide el tamaño de un banco con presencia internacional? ¿En función de qué se mide su tamaño, del mercado global, de los mercados de los países en los que está presente o utilizando otra fórmula? ¿Y qué ocurriría con los bancos extranjeros que operan en EEUU?

Por último, y no menos importante, cabe preguntarse si las propuestas son pertinentes. Nadie duda de que las entidades de ahorro son especiales. Ofrecen servicios irreemplazables a los ciudadanos y la economía. Pero, como la experiencia nos ha enseñado, las amplias áreas del sistema financiero que evolucionaron en la sombra, sobre todo en EEUU, también son importantes.

Como recordó recientemente en un discurso Paul Tucker, subgobernador del Banco de Inglaterra, los rescates también han llegado a la banca en la sombra. La lista es extensa: fondos del mercado monetario, compañías financieras, vehículos de inversión estructurados, y agentes de valores. Como aseguró Tucker, los fondos del mercado monetario movieron la misma cantidad de capital que las transacciones por depósitos de todos los bancos de EEUU.

Desafortunadamente, no resultaría convincente que el Gobierno de EEUU se comprometiera a reducir el nivel de riesgo de los bancos si deja al margen a esta amplia lista de entidades en la sombra. Por tanto, si los gobiernos quieren comprometerse a establecer reformas estructurales, tendrían que ser más radicales.

Aunque resulta más sencillo atacar a los grandes bancos, la quiebra de una pequeña entidad con muchas conexiones, como fue el caso de Lehman, tuvo serias repercusiones en todo el mundo, desencadenando el rescate de todo el sistema.

Siento una profunda admiración por Volcker y respaldo su deseo de crear un sector financiero que sirva de apoyo a la economía, en lugar de permitir su enriquecimiento a través de actividades que la desestabilizan. También estoy de acuerdo en que parte de la solución es de carácter estructural, pero, en algunos aspectos, estas propuestas no resultan ni prácticas ni convenientes. El nerviosismo del presidente no debería ocultar el hecho de que el esfuerzo debe ser aún mayor.