2009/04/13

Las claves del éxito del Plan Geithner

por Antonio Carrascosa Morales

En las últimas semanas hemos conocido los detalles del llamado Plan Geithner, con el que el Tesoro de EEUU pretende impulsar la limpieza de los balances de los bancos norteamericanos.

Según este Plan: primero, los bancos identificarán los activos que quieren vender –básicamente, carteras de préstamos e instrumentos financieros ilíquidos–; segundo, el Fondo de Garantía de Depósitos norteamericano, como avalista de la financiación de los vehículos inversores, analizará dichos activos para determinar la ratio deuda/capital que está dispuesto a asumir –no podrá ser superior a 6/1–; tercero, los activos se subastarán entre inversores privados, adjudicándose a la oferta más alta –los resultados de la subasta serán firmes si los acepta la entidad vendedora–; del capital aportado –precio de adjudicación menos la parte que se va a financiar–, el 50% lo efectuará el Tesoro y el otro 50% el inversor privado; y quinto, los activos serán gestionados por expertos privados, con la supervisión del Fondo de Garantía.

Resumiendo, el Plan Geithner busca la eliminación de los activos dañados del balance de los bancos restableciendo el mercado de dichos activos, a través de la garantía pública a la financiación de los vehículos inversores y de la corresponsabilidad del Tesoro en la aportación del 50% del capital invertido.

El Plan Geithner ha sido criticado desde varios puntos de vista. Se ha dicho que no resuelve los problemas básicos de la banca norteamericana; que es injusto, ya que beneficia a las entidades financieras en crisis; que los precios que van a fijarse estarán distorsionados por el subsidio implícito en el Plan –la garantía del Fondo de Garantía de Depósitos norteamericano a los préstamos que reciban los inversores en activos tóxicos–, etc.

Comenzando por la última de las críticas, hay que recordar que el sector financiero está, por su propia naturaleza, muy alejado del libre mercado –la existencia del Fondo Garantía de Depósitos como garante de los depósitos en caso de quiebra de un banco sería un ejemplo de “distorsión” del libre mercado–.

Además, ¿no está ahora también distorsionado el mercado de activos dañados? Hasta la caída de Lehman, los compradores y vendedores de esos activos realizaron bastantes transacciones, pero el recrudecimiento de la crisis financiera ha supuesto la parálisis de dicho mercado desde el último cuatrimestre de 2008. En concreto, los descuentos exigidos por los compradores se han elevado mucho y la financiación de estas operaciones ha desaparecido del mercado por el aumento de su riesgo de crédito.

Rentabilidad y riesgos
El Plan Geithner ataca directamente las dos distorsiones citadas: por un lado, el riesgo de crédito de las operaciones de financiación citadas lo soportará el Tesoro norteamericano –el contribuyente–; por otro lado, la relación entre la rentabilidad esperada y el riesgo asumido se verá alterada muy favorablemente para los potenciales inversores –un activo valorado en 100 dólares requeriría una inversión aproximada de capital privado de sólo 7 dólares, que sería su pérdida máxima en el peor escenario posible–.

Si el Plan genera confianza en el sector privado, la consecuencia lógica sería la oferta de precios más altos en las subastas, lo que favorecería los balances de las entidades bancarias con problemas de solvencia y liquidez –pero recordemos, viables a largo plazo–. Esos precios más elevados no restarían beneficios potenciales a largo plazo para los inversores privados, ya que se supone que el restablecimiento de la salud de los bancos estimulará la recuperación económica y ésta debería favorecer una revalorización de los activos dañados a largo plazo.

Evidentemente, el escenario descrito es el más optimista y menos costoso para el Tesoro norteamericano: la aportación de capital público podría revalorizarse a largo plazo y la garantía pública a la financiación de las operaciones de compra no se ejecutaría e incluso habría generado ingresos para el Tesoro por comisiones. Estados Unidos habría dicho adiós a la crisis bancaria y, probablemente, a la recesión a un coste presupuestario limitado.

¿Qué pasaría si el Plan Geithner fracasara? Entendemos como fracaso que las subastas de activos dañados no se materialicen en compraventas por la falta de ofertas o por la insuficiencia de los precios ofrecidos. Entonces, la inyección de fondos públicos en la banca sería masiva, bien a través de una recapitalización de las entidades bien a través de la de compra de activos por un banco “malo” público. O incluso a través de las dos modalidades citadas. En ese escenario, no sería extraño que se produjera la comentada nacionalización temporal de la banca.

En conclusión, por el bien de la economía norteamericana y mundial, hay que desear que el Plan Geithner sea un éxito.

Fuente: Expansión