2009/01/28

Los planes de estímulo fiscal no impedirán la recesión global

Por Joellen Perry, en Davos; y Shen Hong, en Shanghai

DAVOS, Suiza—Dos preguntas acaparan la atención de la élite económica mundial en esta nevada aldea suiza: ¿Serán las enormes inyecciones de estímulo fiscal prometidas para apuntalar las economías nacionales suficiente para evitar que el mundo caiga en un prolongado bajón? y ¿de dónde provendrá el crecimiento una vez que se toque fondo?

En el comienzo de la reunión de cinco días del Foro Económico Mundial, se empiezan a aclarar los contornos generales de las respuestas. Los economistas creen que los paquetes de estímulo fiscal, desde Washington hasta Beijing, amortiguarán la desaceleración, pero que no impedirán una recesión mundial. Y el crecimiento global, cuando llegue, seguirá siendo impulsado en gran parte por los consumidores estadounidenses, aunque gastarán mucho menos que en los años del auge reciente alimentado por el endeudamiento.

El primer ministro chino Wen Jiabao probablemente tratará de reducir las expectativas de que su país puede sacar al mundo de la crisis económica. Se trata del primer líder chino que asiste a Davos en los 38 años de historia del evento. A pesar de su ascenso como centro global de producción, China (al igual que otras economías emergentes de Asia, como India) sigue siendo demasiado pequeña, demasiado pobre y demasiado dependiente de las exportaciones para servir como barrera ante los problemas de la economía global en los próximos años.

Recuperación lenta

La incapacidad de Asia de compensar la caída en el consumo en Estados Unidos significa que cualquier recuperación global llegará de forma lenta y se caracterizará por tasas de crecimiento más bajas que en los últimos años.

"Pensamos que podíamos seguir creciendo [globalmente] a tasas de 4% y 5% al año, pero eso es insostenible", afirma Nouriel Roubini, una presencia habitual en Davos que dirige RGE Monitor, un servicio de pronósticos financieros y económicos de Nueva York. Según Roubini, el mejor escenario sería que luego de una recesión este año, el mundo regrese a tasas de crecimiento global moderadas de alrededor de 3,5% para 2011.

Los gobiernos de todo el mundo han prometido billones (millones de millones) de dólares para hacer frente al impacto de la crisis financiera. Los demócratas de EE.UU. prevén aprobar un plan de estímulo económico del orden de los US$825.000 millones, un paquete de medidas fiscales y de gasto que asciende al 3% del Producto Interno Bruto anual del país, para mediados de febrero.

En noviembre, China prometió una inversión de US$586.000 millones en proyectos que incluyen mejoras en la red de suministro eléctrico y construcción de autopistas. El martes, el gabinete de Alemania aprobó un segundo paquete de estímulo como parte de la promesa de la Unión Europea de gastar 1,5% de su PIB, es decir unos 200.000 millones de euros (US$260.000 millones).

En total, los fondos comprometidos superan una recomendación del Fondo Monetario Internacional (FMI) que aconsejaba a los gobiernos de todo el mundo gastar un 2% de sus PIB en estímulos. De todas formas, no será suficiente para detener la hemorragia. Se espera que el miércoles el FMI divulgue proyecciones que indican que el crecimiento de la economía mundial sería inferior a 1% este año.

Contracción duradera

El mayor riesgo es que la contracción global dure varios años, un escenario que se podría hacer realidad si los gobiernos no complementan el estímulo fiscal con planes igualmente ambiciosos para sanear las finanzas de los bancos y lograr que el crédito vuelva a correr a través del sistema financiero.

"La larga historia de las crisis financieras internacionales nos dice que si no se pone en orden el sistema bancario con decisión, no será posible eludir un largo estancamiento", afirma Ken Rogoff, profesor de economía de la Universidad de Harvard.

Los consumidores estadounidenses han reducido sus gastos. Pero si el estímulo fiscal frena la caída de la economía y un paquete de rescate bancario reanuda la concesión de crédito, afirman los economistas, los consumidores estadounidenses comenzarán a gastar otra vez, aunque a tasas más bajas.