2010/06/07

Chapuceros en Budapest

por Lex Column

Abra la boca, introduzca la comida. Repita la operación. Cuando el vicepresidente del Fidesz, el nuevo partido que gobierna Hungría, dijo a su audiencia doméstica el jueves que su país tendría suerte si evitaba una crisis financiera similar a la de Grecia, sus declaraciones, como cabía esperar, provocaron una fuerte caída de los activos húngaros.

Experimentaron cierto repunte cuando los inversores llegaron a la conclusión de que sus declaraciones iban dirigidas exclusivamente al ámbito nacional. Después de todo, el Fidesz había hecho promesas de campaña incompatibles con los fondos de estabilización, por valor de 25.000 millones de dólares (20.885 millones de euros), recibidos del Fondo Monetario Internacional y la UE.

La carnicería se reanudó y extendió después de que un portavoz del primer ministro sugiriese el viernes incluso la posibilidad de un impago teniendo en cuenta los problemas de la economía. Este estúpido ejercicio de gestión de las expectativas provocó el desplome del florín húngaro y la subida de más de 100 puntos básicos de los contratos de cobertura frente al impago de créditos, hasta los 425 puntos. Se esfumaron billones de dólares de valor de los activos globales.

Lo irónico es que este episodio resulta ligeramente tranquilizador para las vulnerables economías de la periferia europea. Se produjo después de que el primer ministro Viktor Orbán sufriera un revés frente a los líderes de la UE tras expresar su deseo de aflojar la camisa de fuerza fiscal de Hungría. Desde finales de 2008, el gobierno socialista saliente había reducido el déficit presupuestario al 4% del producto interior bruto incluso pese a la fuerte contracción de la economía.

La experiencia de Hungría demuestra que los ajustes fiscales pueden dar resultado cuando existe la voluntad política necesaria. Tanto en términos de endeudamiento público –en torno a sólo el 78% del PIB– como de deuda externa, la situación de Hungría es mucho mejor que la de Grecia. También ayuda disponer de una divisa propia, aunque la alta cantidad de créditos privados y corporativos en divisas extranjeras haría que una fuerte devaluación resultase ruinosa.

El episodio debería servir de lección, si bien cara, para el gobierno entrante. Incluso si Bruselas y Washington capitulan, los inversores no lo harán. Orbán podría incluso transigir en su campaña para destituir al respetado gobernador del banco central, András Simor. Los nerviosos mercados financieros están preparados para disparar primero y preguntar después.

Fuente: FT