2010/06/08

Ansia de Triple A

por Lex column

Un mes después de su experiencia agonizante, ¿es la eurozona un prestatario con calificación Triple A? La cuestión va directamente al núcleo de la Facilidad Europea de Estabilidad Europea (EFSF, en sus siglas en inglés) aprobada esta semana por los ministros de Economía europeos.

La EFSF es el componente central del mecanismo de rescate del euro, que asciende a 750.000 millones de euros. Es un sistema que, por raro que parezca, resulta familiar: una empresa de responsabilidad limitada con domicilio fiscal en Luxemburgo, que está autorizada a asumir préstamos de hasta 440.000 millones de euros, a repartir entre los países de la eurozona con mercados crediticios en malas condiciones. Además de esta similitud con las CDO, la facilidad tiene algunas generosas garantías para que quede garantizada la calificación triple A.

Las agencias de ráting desconfían de la EFSF: ninguna se ha atrevido a calificarla todavía. No obstante, asumir una calificación Triple A puede resultar una osadía. Sólo dos de los cuatro principales países que la controlan, Alemania y Francia, disfrutan de ese estatus. Sus fondos se destinarán a países cuya calificación se ha visto rebajada.

España e Irlanda, por ejemplo, perdieron su calificación Triple A durante la crisis financiera global. Un ministro francés cometió el otro día el error de preguntarse en alto si incluso Francia sería capaz de mantener la suya. ¿Se convertirá su reflexión en una realidad?

Garantizar la máxima calificación, y mantenerla, no es el único obstáculo al que pudiera enfrentarse la EFSF. Cualquier condición que imponga a los préstamos podría tener que ser aprobada por los parlamentos de los países prestatarios, lo que podría suponer un escollo si, por ejemplo, la condición de un préstamo a España fuera la reforma del mercado laboral del país.

También existe la posibilidad de que el mecanismo fracase por los obstáculos jurídicos que pudiera introducir Alemania. Es probable que la EFSF sea el producto que el BCE necesita para retirar su programa de compra de deuda. No obstante, existe el peligro de que su estructura sea demasiado engorrosa en momentos de crisis o se colapse por el peso de su principal contradicción: que, en teoría, un grupo de países con problemas financieros tenga que acudir al rescate de uno o varios de ellos.

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