2011/05/26

La crisis griega vuelve a dividir a Europa

Por Charles Forelle, en Bruselas, y Brian Blackstone en Fráncfort

Una brecha cada vez más amplia entre los líderes europeos sobre cómo resolver los problemas financieros de Grecia e impedir su propagación alimenta los temores de que la crisis de la deuda soberana del continente está entrando en una etapa nueva y peligrosa.

La disputa, que enfrenta al Banco Central Central Europeo (BCE) contra Alemania y otros gobiernos de la zona euro, gira en torno a una pregunta que está en el centro de una crisis que se ha prolongado durante 18 meses: ¿Hasta qué extremos están dispuestos a llegar los miembros más pudientes de la zona euro para mantener intacta la integridad del bloque?

El asunto es si Grecia, apenas un año después de recibir 110.000 millones de euros (US$155.000 millones), debería ser forzada a entrar en cesación de pagos o si Europa debería entregar más ayuda. Al BCE le preocupan las consecuencias que una reestructuración de la deuda griega, por tímida que sea, podrían tener en Irlanda y otras economías periféricas. Mientras tanto, los líderes de las economías más fuertes del bloque, principalmente Alemania, temen el costo político de rescates adicionales.

Los funcionarios del BCE reforzaron el martes su postura de línea dura contra cualquier tipo de incumplimiento de pagos por parte de Grecia. El presidente del Banco de Francia, Christian Noyer, calificó tal perspectiva como "un escenario de terror", a pesar de que algunos ministros de Finanzas europeos parecían más dispuestos a una modesta reestructuración de la deuda griega.

La calificadora de riesgo estadounidense Moody's Investors Service lanzó, por su parte, una fuerte advertencia contra la reestructuración de deuda. Moody's dijo que cualquier incumplimiento de pagos por parte de Grecia probablemente estropearía el crédito del país por un lapso prolongado podría hacer que los bancos griegos cayeran en cesación de pagos y le complicaría la vida a otros países débiles de la zona euro, que tendrían dificultades para evitar que su deuda fuera rebaja al grado de "chatarra".

El desenlace en Grecia podría tener un impacto significativo en Irlanda, que también fue forzada a solicitar un rescate el año pasado. El gobierno irlandés no está tan endeudado como el de Grecia, pero su sistema financiero es frágil y los temores a una reestructuración de deuda podrían desatar una nueva crisis.

En el centro de la discordia entre los líderes europeos está una emergencia práctica, qué hacer si Grecia se vuelve a quedar sin dinero. Existe un amplio acuerdo en Europa en que los 110.000 millones de euros entregados el año pasado no serán suficientes para que Grecia cumpla sus compromisos hasta el próximo año. Pero no hay prácticamente ningún acuerdo sobre cómo cubrir la brecha.

Bajo una intensa presión política, los líderes de las economías más fuertes de Europa son muy renuentes a firmar otro cheque. Eso, temen muchos, pondría la zona euro demasiado cerca de una unión fiscal, en la cual los países fuertes no tienen más alternativa que financiar a los débiles. Alemania y sus aliados quieren, en cambio, que Grecia y otros países débiles saneen sus finanzas mediante recortes de gastos y reestructuraciones de deuda.

La postura del BCE, sin embargo, es que la brecha financiera de Grecia debe ser financiada por el resto de los países de la zona euro una vez que Atenas haya agotado todas las alternativas para reducir su presupuesto y privatizar activos, y no a través de la demora o la reducción en los pagos a los acreedores.

Pero varios ministros de Finanzas clave, como el alemán Wolfang Schäuble y la francesa Christine Lagarde, han dejado la puerta abierta al denominado "reperfilamiento" de la deuda de Grecia. En ese escenario, se les pediría a los acreedores privados de Grecia que acepten que se les devuelva menos de lo esperado, para ayudar a Grecia a cubrir sus agujeros fiscales en 2012 y 2013.

Un "reperfilamiento" de esta naturaleza disminuiría —o en un escenario optimista eliminaría, la necesidad de que los gobiernos europeos lleven a cabo un segundo rescate. Un "reperfilamiento" implicaría que los acreedores privados compartan la carga con los contribuyentes.

Desde que comenzó la crisis de la deuda a comienzos de 2010, casi todos los funcionarios europeos sostuvieron firmemente que una cesación de pagos en la zona euro —de cualquier tipo— era impensable. Los líderes nacionales temían una humillante pérdida de prestigio y un golpe a la confianza en la región. Funcionarios del BCE velaban por la salud de los frágiles bancos del continente, que no estaban preparados para sufrir pérdidas de gran magnitud, podrían sufrir un colapso cataclísmico.

Pero a medida que los líderes europeos enfrentan las consecuencias de esa posición, es decir que si quieren impedir una cesación de pagos deben estar dispuestos a llevarse la mano al bolsillo- han retrocedido.

Schäuble fue uno de los primeros políticos clave que sugirió un reperfilamiento. Lagarde se le sumó posteriormente, al igual que primer ministro luxemburgués Jean-Claude Junker.

El BCE, en todo caso, no cede. "Si se considera el estrecho interés del BCE, posiblemente no hay mejor opción que hacer que la totalidad de la carga sea asumida por las autoridades fiscales, los contribuyentes griegos y los de la zona euro", en lugar de los bancos que tienen deuda griega, dice Sony Kapoor, director ejecutivo de Re-Define, un centro de estudios económicos de Bruselas.