2009/12/01

¿Será Grecia el próximo Dubai?

por Wolfgang Münchau. Financial Times

Después de Dubai, ¿será Grecia la próxima? Técnicamente, esta pregunta tiene un error de categoría, ya que Dubai World no es un estado sino una empresa estatal. Pero a muchos inversores no les preocupa la diferencia. La semana pasada comenzaron a preocuparse seriamente por los impagos sobre la deuda soberana. ¿Qué sucede entonces con Grecia?

Ya barajábamos la posibilidad de un impago griego a principios de este año, cuando el margen de los bonos de la eurozona aumentó de improviso. En febrero Peer Steinbrück, el ex ministro de Finanzas alemán, puso fin a la especulación asegurando que la eurozona actuaría si alguien sufría problemas.

No había ningún plan concreto de actuación. No se había hecho trabajo alguno para enmendar los tratados europeos. No existía ninguna partida presupuestaria. Sólo una frase. Los inversores le creyeron y todo volvió a la normalidad –durante un tiempo–.

Las especulaciones han vuelto, pero con una diferencia. Esta vez la eurozona no acudirá al rescate, ya sea verbal o de cualquier otro tipo, a menos que Grecia cumpla con una serie de condiciones que la UE probablemente imponga en los próximos meses.

Las autoridades de la UE, con acierto o error, temen más los riesgos morales de un rescate que el posible efecto indirecto de un hipotético rescate de Grecia en el resto de países de la eurozona. Si tienen que escoger entre preservar la integridad del pacto de estabilidad y la integridad de Grecia, en la actualidad se inclinan por lo primero.

Para proteger lo que queda del pacto de estabilidad, están determinados a vincular cualquier ayuda a la voluntad de un país a cumplir la legislación. De lo contrario, la eurozona teme que pudiera perder toda su influencia sobre los procesos presupuestarios en la eurozona. Y ningún país ha incumplido más el pacto que Grecia.

Estos son los números. Este año, el déficit presupuestario aumentará al 12,7% del producto interior bruto (PIB) –y esto asume que no quedan más trucos contables por revelar–. Deutsche Bank calculó en un estudio reciente que el ratio deuda pública-PIB del país podría alcanzar el 135%.
Malos datos
La deuda externa bruta –la deuda del sector público y privado a acreedores extranjeros– ascendía al 149,2% a finales del año pasado. El tipo de cambio real ha subido un 17% desde 2006, lo que implica que el país está perdiendo competitividad a un ritmo increíble. Si Grecia no perteneciera a la eurozona, estaría abocada al impago.

El borrador presupuestario del Gobierno para 2010 prevé una reducción del déficit a cerca del 9,1% del PIB. Pero esta cifra es engañosa. Se pretende que la mayor parte de la reducción proceda de medidas fiscales, derivadas en gran medida de la lucha contra la evasión de impuestos. El fraude fiscal siempre ocupa el primer puesto de la lista de los gobiernos desesperados.

La Comisión Europea y los ministros de Finanzas de la eurozona, que ya han escuchado antes esta historia, demandan una reducción genuina del déficit. También lo hace George Provopoulos, gobernador del banco central griego, que reclamó que dos tercios de ese esfuerzo de reducción procediesen de recortes de gastos. Si el parlamento griego confirma el presupuesto del Gobierno el mes que viene, la Comisión Europea considerará casi con toda probabilidad insuficiente el esfuerzo y demandará otro presupuesto. También podría exigir reformas estructurales, incluidas las pensiones.

Si el Gobierno griego se niega a acceder, lo que es bastante posible, el próximo paso podría ser el procedimiento de sanción bajo el pacto de estabilidad. Así que, en lugar de ayudar a Grecia, la UE podría pedirle que pague una multa. Esto agravaría la situación fiscal del país en el improbable caso de que el Gobierno accediera a pagarla.

La actual estrategia de la UE es la de aumentar la presión política –tal vez incluso provocar una crisis política– con el objetivo estratégico de que el Gobierno griego finalmente ceda. Es una estrategia peligrosa que podría fracasar con facilidad.

Incluso si George Papandreou, el primer ministro griego, se mostrara dispuesto a cumplir las demandas de la UE, tendría que hacer frente a una enorme oposición política si intentase implementar medidas de austeridad draconianas. Sería exactamente lo opuesto a lo que prometió durante las recientes elecciones. El problema real es que los griegos no han sido preparados por sus políticos para lo que se avecina.

Así que, ¿qué sucederá si Grecia no puede pagar sus bonos, o no consigue refinanciar su deuda? Cerca de dos tercios de la deuda pública griega están en manos extranjeras. Según los cálculos de Deutsche Bank, Grecia quiere recaudar 31.000 millones de euros de nuevo crédito y otros 16.000 millones de euros para refinanciar la deuda actual el año que viene.

En ausencia de ayuda de la eurozona, el Gobierno griego tendría que recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) ante los problemas de refinanciación. A diferencia de Argentina, Grecia no puede devaluar su divisa, y el abandono de la eurozona tampoco es una opción realista. Podría tener que recurrirse a la austeridad letona, con o sin impago. Pero al actual gobierno podría resultarle más fácil desde el punto de vista político que la austeridad sea impuesta desde el exterior y no desde el interior. Este es otro motivo por el que a la UE no le importaría que FMI se pusiera al frente.

De igual modo que los griegos no están preparados para la austeridad, los inversores no lo están para lo que les espera. Yo sigo pensando que un rotundo impago es poco probable. Pero me pregunto si el actual margen del bono griego refleja los verdaderos riesgos.