2009/11/09

¿Sí o no al impuesto Tobin?

por Lex Column

La repetición constante de una idea no hace que ésta sea mejor. Lord Turner, el presidente del regulador financiero británico, provocó un auténtico escándalo en agosto al mostrarse favorable a recuperar el “impuesto Tobin”, una tasa que grava las transacciones comerciales internacionales.

Varios países europeos intentan fomentar la iniciativa. El cambio súbito de opinión del primer ministro británico, Gordon Brown, durante la reunión de los ministros de Finanzas del G20 este fin de semana, ahora a favor del impuesto, podría dar un impulso a la idea. Su actitud denota un nuevo intento de recobrar el liderazgo en asuntos financieros internacionales que el líder laborista consiguió brevemente durante el rescate a la banca global hace un año. Aunque Francia se mostró favorable a la iniciativa, EEUU y Canadá rechazaron la idea.

En realidad, el impuesto Tobin ha pasado por una serie de modificaciones. En 1971, su autor, James Tobin, dio a conocer su célebre sugerencia de cobrar un impuesto sobre todas las transacciones de divisas que se realizaran en el mundo, con la intención de reducir las fluctuaciones cambiarias. La iniciativa también pretendía frenar la especulación a corto plazo, si bien no tenía un fin recaudatorio. Desde entonces, la idea se ha vuelto la causa favorita de un amplio número de ONG que perciben en ella la ventaja de incrementar significativamente los recursos para luchar contra la pobreza. Lord Turner también sugirió que podría ayudar a reducir el tamaño del sector financiero, poniendo freno al exceso de beneficios y bonus. Brown incluyó la idea entre una de las cuatro posibles alternativas para incrementar los fondos para futuros rescates financieros, aunque su discurso sobre el fortalecimiento del “contrato social” entre los bancos y la sociedad era una réplica del de Lord Turner.

El primer ministro británico puntualizó que, para que la medida funcione, debe adoptarse de forma global. Sin embargo, conseguir que todos los centros financieros mundiales suscriban la iniciativa, es bastante improbable. Las transacciones migrarían a países en los que no exista el impuesto y, en cualquier caso, las mentes más creativas del sector financiero encontrarían fórmulas para sortearlo. Como apuntó el propio Brown, aunque vivimos en un mundo de plataformas comerciales transfronterizas, habría que salvar importantes obstáculos técnicos. Más recomendable parece que el impuesto Tobin siga siendo una curiosidad de la historia de la economía.

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