2011/03/07

Por qué la vida del corredor de monedas es más compleja (y rentable)

Por Tom Lauricella

Parece que la calma está llegando a su fin.

Durante el último año, los mercados de divisas extranjeras han estado muy tranquilos. Parte del reconocimiento es para el euro, que le dio a Europa una moneda única y contribuyó así a simplificar la ecuación para los inversionistas. A la vez, una gran cantidad de países emergentes puso en orden sus cuentas fiscales y terminó con los grandes vaivenes de sus economías y mercados. Luego llegó el colapso financiero en 2008.

El euro ha tenido altibajos a medida que los inversionistas barajan las divergentes circunstancias en las economías europeas y debaten cómo rescatar a los países en problemas. En otros lugares, los inversionistas están lidiando con bancos centrales concentrados en frenar la valoración de sus monedas. En EE.UU., aún hay temores de que la Reserva Federal planee devaluar el dólar.

Los mayores riesgos les ha complicado la vida a los corredores de divisas extranjeras, o de hecho a cualquiera que necesite cambiar de una moneda a otra, ya sea para comprar acciones o bonos extranjeros, construir una fábrica en otro país o simplemente planear un viaje. Es más difícil establecer estrategias de inversión, administrar activos y evitar grandes pérdidas. Como consecuencia, los operadores de divisas se esfuerzan por adaptarse.

"Lo que era una crisis de deuda del sector privado tanto en finanzas hipotecarias como bancarias ahora se ha transformado en un problema de deuda del sector público... y eso es mucho más grave para las monedas", afirma Eric Stein, un director de portafolio de Eaton Vance Global Macro Absolute Return Fund.

Pero la historia de la volatilidad tiene otra cara: el potencial de cosechar enormes ganancias en los mercados agitados. A medida que las tasas de interés oscilan ampliamente, las monedas registran movimientos extremos y muchas coquetean con valores máximos históricos, incluido el franco suizo versus el euro.

En momentos en que los mercados de divisas son más volátiles, muchos inversionistas buscan quedarse con una tajada del pastel. El volumen de transacciones diarias se ubica en US$4 billones (millones de millones), según una encuesta de realizada por el Banco de Pagos Internacionales, y UBS pronosticó hace poco que el mercado alcanzaría los US$10 billones diarios para 2020.

Los grandes riesgos que enfrentan los corredores de divisas actualmente provienen de dos direcciones: las economías desarrolladas y los países emergentes.

Los bancos centrales más importantes han recurrido a medidas extremas de política monetaria para mantener sus economías a flote. En EE.UU., la Reserva Federal ha iniciado una segunda rueda de alivio cuantitativo, comprando bonos del Tesoro. Hace unos meses, el Banco de Japón puso en marcha un programa similar.

Inyectar divisas a una economía ayuda a poner dinero en manos de los ciudadanos. Pero también hace que este efectivo sea menos valioso, por lo que los inversionistas en divisas lo abandonan y buscan monedas menos propensas a la devaluación.

A menudo, eso significa volcarse en las economías emergentes que han incrementado su perfil en el panorama económico global. El dólar de Singapur y el baht de Tailandia, por ejemplo, han subido en el último año 11% frente al dólar de EE.UU.

Aquí es donde empieza a fraguarse el segundo riesgo. Muchos de estos mercados emergentes no quieren tanta atención y están tomando medidas para mantener alejados a los inversionistas. Las exportaciones son clave para estos países, por lo que una moneda más fuerte podría encarecer sus bienes. Además, todos estos flujos de capital calientan sus economías y presagian inflación.

Fuente: WSJ