¿Cuál será el volumen del déficit público español en 2009 y 2010? Dado el fuerte deterioro que sigue experimentado nuestra economía y que la política del Gobierno consiste, básicamente, en incurrir en gasto sin llevar a cabo las reformas necesarias, las cifras que se manejan de déficit que alcancen el 8% ó el 10% del PIB no son, en absoluto, pesimistas.
Es muy probable que incluso se queden cortas y la situación de las cuentas públicas, dentro de unos meses, sea aún peor de lo esperado. Pero, en todo caso, la financiación de unos desequilibrios tan elevados va a plantear problemas complejos a la economía española.
El Gobierno de Rodríguez Zapatero ha entrado en la recesión con un nivel relativamente bajo de deuda pública, lo que le va a permitir emitir nueva deuda para financiar el déficit durante algún tiempo; pero no demasiado, si la necesidad de financiación sigue creciendo al ritmo al que lo está haciendo en la actualidad. Las estimaciones hablan ya de que en un par de años la ratio deuda pública/PIB podría superar el 60%. Cabe argumentar que la cuantía no es en exceso elevada si la comparamos con las de otros países y con las propias cifras españolas de los años 90. Pero el crecimiento es espectacular si consideramos que supondría un aumento de más de veinte puntos porcentuales del PIB con respecto al año 2008.
Este fuerte aumento de la deuda va a obligar, sin duda, a dedicar una parte mayor del presupuesto al pago de intereses; problema amortiguado, ciertamente, por los bajos tipos vigentes hoy en los mercados financieros, pero agravado por el previsible crecimiento del diferencial de tipos debido a la menor solvencia del Estado español. Pero se plantean, además, otras cuestiones a las que hay que prestar atención. La primera, que el aumento de la deuda pública no se produce en un marco de saldos financieros positivos en el sector privado.
Por el contrario, los hogares españoles están hoy muy endeudados y la recuperación reciente de las tasas de ahorro, como efecto de la pérdida de riqueza que todos hemos sufrido por la caída del precio de los inmuebles y las acciones cotizadas en bolsa, no es suficiente para compensar el fuerte desequilibrio de las finanzas públicas. Y en segundo lugar, cuando se habla de endeudamiento del sector público se tiende siempre a minusvalorar el efecto expulsión que éste produce en la actividad económica del sector privado. Suele argumentarse que, en una economía en la que existe una demanda agregada insuficiente, el efecto expulsión no es muy relevante, ya que lo que hace el Estado es realizar un gasto que nadie más llevaría a cabo y resulta necesario para elevar el nivel de dicha demanda.
Déficit exterior
Pero la idea de que el problema fundamental de la economía española es hoy la insuficiencia de la demanda porque la gente no consume resulta difícil de aceptar cuando se observan las principales variables macroeconómicas, en especial el déficit exterior. Es cierto que, en los últimos meses, éste se ha reducido como consecuencia de la caída del consumo; pero sigue siendo muy elevado para una economía en recesión. Y lo que el déficit exterior refleja no es precisamente que el ahorro sea demasiado elevado, sino un exceso de demanda agregada. Hay déficit porque el país sigue gastando más de lo que produce (aunque ahora en un grado menor que hace algunos meses). Y un incremento de gasto público va a tener como uno de sus resultados indeseables, agravar el desequilibrio del sector exterior de la economía española.
El mayor inconveniente de las nuevas emisiones de deuda pública es, sin embargo, que supone trasladar la carga del gasto actual al futuro. En otras palabras, el gasto que no se financia con impuestos recaudados en el momento en el que se realiza tiene como efecto inevitable un aumento de la presión fiscal algún tiempo más tarde. El problema no es único de nuestro país, desde luego, ya que son bastantes las naciones que están incurriendo hoy en déficit que desembocarán necesariamente en impuestos más elevados. Pero puede ser especialmente grave para un país como España, cuya recuperación económica parece bastante lejana. Subir los impuestos en recesión no es aceptable ni desde el punto de vista técnico ni desde el punto de vista político. Pero en el medio plazo va a resultar imposible evitar tal subida. España dejó de ser hace mucho tiempo un país con una carga fiscal baja. En los últimos años la presión fiscal ha aumentado en nuestro país de forma significativa y ha llegado a superar la de Alemania, por primera vez en décadas. Y es evidente que elevar aún más los impuestos no es la mejor manera de promover ese famoso cambio de modelo productivo, del que todo el mundo habla y nadie parece saber muy bien en qué consiste.
Acudir de forma masiva a la emisión de deuda pública supone un respiro a corto plazo para cualquier gobierno. Pero puede llegar a convertirse en un peso para el desarrollo del país. O cambian las cosas, o en España hemos empezado a marchar por tan poco recomendable camino.
Fuente: Expansión