Por Joanna Slater
El llamado de China para que se cree una nueva moneda de reserva global que no pertenezca a ningún país en particular marca el último intento por acabar con la dependencia del sistema financiero internacional del dólar estadounidense.
Sin embargo, existe una buena razón por la que dicho esfuerzo no ha funcionado en otras ocasiones: los obstáculos económicos y políticos para una transición de este tipo son enormes.
Desde el punto de vista político, el país con la moneda dominante, es decir, Estados Unidos, puede ser renuente a ceder parte de las ventajas asociadas a ese estatus, dicen economistas.
Las barreras económicas son igual de significativas. El único cambio previo de una moneda internacional a otra en la era moderna (de la libra esterlina al dólar estadounidense) se produjo a lo largo de varias décadas. El salto requirió dos guerras mundiales y cambios significativos en la forma de hacer negocios en el ámbito internacional, así como la participación del sector privado.
A pesar de todos sus defectos, el dólar es atractivo como divisa de reserva debido a que es el lenguaje común en el comercio y las finanzas globales. En otras palabras, su atractivo es proporcional al número de participantes del mercado que lo usan. Durante décadas, el dólar ha sido un medio conveniente de intercambio para todo el mundo, desde los bancos centrales que buscan comprar bonos del Tesoro estadounidense hasta empresas latinoamericanas que exportan materias primas a Asia.
El funcionamiento de una nueva moneda global exigirá, dicen economistas, que alguien subsidie el costo de reunir a compradores y vendedores durante el tiempo necesario para que la moneda cobre atractivo.
Mercados grandes, diversificados y con altos volúmenes de transacciones de una moneda en particular "no aparecen espontáneamente sólo porque el presidente del banco central de China sugiere que sería una buena idea", dice Barry Eichengreen, economista de la Universidad de California en Berkeley.
Es más, una moneda supranacional no tendría usuarios potenciales o país de origen donde pueda ganar aceptación gradualmente.
La Unidad Monetaria Europea (ECU) fue creada como una divisa de integración en 1979 y no tuvo una acogida significativa hasta que esfuerzos concretos (y una buena cantidad de dinero) de las autoridades europeas la transformó en el euro dos décadas después.
Incluso el euro, considerada la innovación monetaria más exitosa del último tiempo, sigue siendo una segunda opción después del dólar en el uso internacional. La crisis financiera global también ha dejado al desnudo los inconvenientes inherentes a una moneda común.
Fuente: WSJ