Mientras los políticos se centran en la deflación, muchos inversores se preocupan por la inflación. Esta tendencia podemos verla en los mercados de bonos (la rentabilidad de los bonos del Tesoro a diez años ha aumentado 29 puntos básicos desde que Ben Bernanke asegurara que la Reserva Federal optaría por una política de relajación cuantitativa). En la última semana, el índice S&P GSCI se ha incrementado en un 9%.
Al igual que los activos reales, las materias primas podrían funcionar como una mejor protección contra la subida de los precios que los bonos indexados a la inflación. No obstante, cualquier gestor de fondos que intente protegerse contra la inflación comprando materias primas tendría que pensárselo dos veces. El motivo, los costes prohibitivos. Los inversores tienen una alternativa. Pueden comprar materias primas físicas, aunque por otra parte, se les plantea la duda de dónde almacenarlas.
En su día Keynes tomó medidas de la capilla del King’s College para comprobar si en ella cabría la inmensa posición especulativa de trigo que había acumulado. Como alternativa, los inversores pueden recurrir al mercado de futuros. No obstante, aquí también hay que tener en cuenta los costes de almacenamiento, que, desde que los silos están al máximo de su capacidad, han aumentado. Ese es el motivo por el que los precios de los futuros superan con creces a los actuales.
Tomemos como ejemplo el petróleo, la materia prima con más liquidez y, por tanto, la más idónea para protegerse frente a la inflación.
Un inversor compra el contrato mensual y, cuando vence, tiene que comprar uno más caro. El coste de esta práctica es de aproximadamente 1,60 dólares al mes o 19 dólares anuales. Para compensar esta “prima de seguros”, los precios del petróleo tendrían que subir un 36%. Ésa es una apuesta, no una póliza de seguros.
Una alternativa es comprar futuros a más largo plazo, pongamos dos años. Esta inversión parecería más lógica, dado que ahora mismo no tenemos un problema de inflación. En teoría, esta opción es además más económica, porque el contango sería menos acusado. La cuota mensual sería de aproximadamente 30 céntimos el barril, por lo que los precios del petróleo tendrían que aumentar “sólo” un 5% para compensar ese coste. El problema es que la liquidez de los futuros disminuye con el tiempo, por lo que la cobertura resulta más difícil. Existe el riesgo añadido de una caída de los precios de las materias primas. El Comité de Riesgos tendría que opinar al respecto.
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