Poco a poco, empieza a verse la luz al final del túnel. Hace seis meses, el Ejecutivo alemán y los principales institutos económicos apuntaban a una contracción de su economía del 6% para este año, y a un crecimiento de apenas el 0,5% para 2010.
La semana pasada, revisaron sus cálculos al alza, pronosticando una contracción del 5% para este año y una expansión del 1,2% para el próximo. El cambio refleja las perspectivas más optimistas para las exportaciones y el desempleo. No obstante, dado que el descenso de las exportaciones es de dos dígitos, las perspectivas de recuperación no parecen muy sólidas. Hay buenos motivos para mantener la cautela.
El primero es que los programas gubernamentales que ayudaron a capear mejor el temporal están llegando a su fin. El plan de incentivos a la compra de automóviles, valorado en 5.000 millones de euros, que produjo un incremento de las ventas del sector del 26% en términos interanuales hasta finales de septiembre, ya ha concluido.
Como indicó la semana pasada el Banco Central Europeo en una crítica valoración a este tipo de incentivos, según los sondeos alemanes, la mitad de los compradores de automóviles habrían adelantado las compras del próximo año o incluso de años posteriores.
El efecto de la retirada del plan podría provocar una drástica caída de las ventas de coches en 2010, lo que tendría efectos devastadores para los sectores implicados. Por otra parte, las empresas también están a punto de agotar los dos años de subsidios que han ayudado a contener el desempleo. Para mantener intactas sus plantillas, tendrán que registrar un mínimo nivel de crecimiento.
La situación lleva también a pensar en la fragilidad del sistema bancario germano, que ha realizado muchos menos esfuerzos que los países vecinos por acabar con los activos tóxicos y reestructurar su balance.
El sector sigue registrando un incremento de préstamos de mala calidad y algunas entidades han optado por restringir los préstamos. Fortalecer los bancos y el sistema financiero sigue siendo un asunto prioritario para garantizar que las compañías puedan financiar su crecimiento a medida que aumenta la demanda. De lo contrario, el aumento del desempleo podría afectar al consumo y provocar otra crisis económica.
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