¿Qué precio tiene un dañado sistema financiero? La última medida de seguridad, las nuevas normas de liquidez de la Autoridad de Servicios Financieros británica (FSA), tiene un precio anual de 2.200 millones de libras (2.407 millones de euros).
Los bancos británicos y las entidades extranjeras con presencia en Reino Unido tendrán que aumentar sus carteras de bonos gubernamentales de baja rentabilidad por un valor inicial de 110.000 millones de libras para acumular reservas más grandes y de mayor calidad.
Junto con los requisitos de capital más altos, el abandono obligado de los activos con altos rendimientos es otro movimiento bienvenido para hacer que las entidades tóxicas sean seguras para la sociedad. Al forzar a las entidades a garantizar su propia seguridad, se las obliga a asimilar una mayor cantidad de los costes que traspasan periódicamente a los contribuyentes. Los bancos tendrán más dificultades para generar beneficios asumiendo riesgos extremos de liquidez, sabiendo que serán rescatados en una crisis.
Los grupos de presión exponen que esto amenaza la competitividad de los bancos británicos. El regulador ha hecho bien en mantenerse firme. El argumento que plantea es que las medidas mejorarán la fortaleza competitiva del sector de servicios financieros británico, que depende de que otras compañías confíen en que las firmas que operan están saneadas. La existencia de importantes jugadores con modelos de financiación de alto riesgo dependientes de los mercados mayorista y de titulizaciones resultó no ser una buena base para que Reino Unido obtuviera una ventaja competitiva sostenible en el sector de los servicios financieros. A todas las empresas les interesa exigir sólidos niveles de liquidez para sus rivales, ya que la crisis ha demostrado que las compañías más débiles –como Northern Rock y HBOS– pueden provocar una crisis de confianza en el mercado que afecte al resto de empresas.
El análisis coste-beneficios de la FSA tiene más que ver con el arte que con la ciencia. Reduciendo la probabilidad e intensidad de las crisis financieras se ayuda a evitar fuertes caídas en la producción y el empleo. Sin embargo, cualquier beneficio de este tipo desaparecería inevitablemente cuando los bancos compensasen la pérdida de rentabilidad sobre sus activos aumentando las comisiones a consumidores y empresas. El incremento en el coste de la financiación bancaria provocará que las empresas que no tienen acceso al mercado de bonos renuncien a inversiones poco rentables, reduciendo así la producción y el número de trabajadores. La FSA hace bien en seguir adelante con las nuevas normas. Es un pequeño precio a pagar por una industria de servicios financieros más sostenible.
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