Tal y como estaba previsto, los banqueros centrales y los reguladores que conforman el Comité de Basilea han coincidido en que el arma para evitar que se repitan crisis financieras tan virulentas es la mejora del capital bancario.
El Comité quiere que la banca mejore la calidad y la transparencia de su capital de primera categoría, Tier 1, que está conformado por capital, reservas y participaciones preferentes.
El objetivo es que la mayor parte de estos recursos esté constituido por acciones y reservas, lo que en el mercado se conoce como core capital, pero que, hasta ahora, no tenía un mínimo regulatorio previsto. El Comité establecerá mecanismos para que las entidades no cotizadas, como las cajas, puedan asegurarse ratio de capital equivalentes a los bancos cotizados.
Medir el apalancamiento
Las autoridades pretenden establecer un esquema de trabajo para que las entidades acumulen colchones de capital, por encima de los mínimos regulatorios, en las épocas de bonanza, por lo que no se descarta introducir limitaciones a la distribución de beneficios para impulsar la acumulación de reservas.
Además, la banca tendrá que introducir una nueva ratio que mida el apalancamiento, es decir cuánto capital tiene una entidad en función de sus activos. Este nuevo criterio se sumará a los que existen en el acuerdo de capitales de Basilea II, aportando un nuevo elemento cuantitativo.
De hecho, la medición del capital de Basilea II se realiza en función del riesgo (es el resultado de los recursos sobre los activos ponderados por su riesgo), mientras que la nueva medida establece requisitos en función del tamaño de las carteras.
El cambio afectará sobre todo a los bancos de inversión que, sobre todo antes de la crisis subprime, tenían enormes carteras que computaban con un riesgo mínimo, ya que en su gran mayoría eran calificadas con triple A por las agencias de ráting.
Para evitar que la falta de liquidez vuelva a poner en jaque la sostenibilidad del sistema financiero global, la banca tendrá que tener ratio mínimas de liquidez en situaciones de estrés, y se establecerán estándares internacionales mínimos comunes.
Cautela en España
La adopción de estas resoluciones, que se basan en parte en el conocido Informe Turner, nombre del presidente del supervisor financiero de Reino Unido, Lord Adair Turner, ha sido acogida con cautela por el sistema financiero español, a la espera de que las medidas se concreten.
En general, la banca española considera positiva la introducción de un tope máximo de apalancamiento, aunque las fuentes consultadas insisten en que el efecto dependerá de “dónde se pone el corte, ya que los bancos de inversión ya se han desapalancado mucho tras el estallido de la crisis”. Con respecto a la mejora del core capital hay más incertidumbre.
En los últimos meses, las patronales AEB y Ceca y varios banqueros habían alertado del riesgo de que se elevaran los requerimiento de capital de forma indiscriminada, sobre todo después de que la gran mayoría de sus competidores hubiesen elevado su solvencia gracias a las inyecciones de capital público. También hablaron del riesgo de las medidas procíclicas.
El presidente del BCE, Jean Claude Trichet dijo en la conferencia celebrada por el Banco Internacional de Pagos (BIS) que el sistema financiero requiere una reforma global para evitar que se produzcan burbujas en determinados sectores.
Por otro lado, un informe de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (Unctad) señaló ayer que la reforma del sistema monetario internacional es clave para evitar que se repita la crisis financieras. El informe critica el predominio del dólar como medio de pago internacional y aboga por un sistema de tipos de cambio pactado internacionalmente.
Fuente: Expansión