¿Es que no podemos llevarnos todos bien? Los bancos y las entidades financieras vuelven a ser el centro de atención de los políticos, en esta ocasión a consecuencia del control de los estándares internacionales de contabilidad.
La semana pasada, la Comisión Europea decidió retrasar al menos hasta el próximo año la introducción de normas contables de emergencia diseñadas para simplificar el registro de los instrumentos financieros. La división gira en torno a quién fijará las reglas, pero llegada la temporada de beneficios, serán los inquietos inversores los que salgan perdiendo.
En abril, el G-20 pidió al Consejo Internacional de Estándares de Contabilidad (IASB) –que dicta los criterios para la mayoría de las grandes naciones, excepto EEUU– que diseñase nuevas normas. El objetivo: evitar que se repitan las grandes fluctuaciones del año pasado en los beneficios de los bancos. Y el IASB les dio exactamente lo que querían.
Las nuevas reglas dividen los activos en dos grupos: renta variable y productos de riesgo que se registrarán a su valor real, y los créditos y otros instrumentos estables que se registrarán a su coste amortizado. ¿Entonces por qué, a sólo siete semanas de que acabe el año, ha considerado Bruselas necesaria la intervención?
El movimiento parece indicar el miedo a que se produzca un cambio de poder. En septiembre, los líderes del G-20 acordaron la convergencia de los estándares estadounidenses e internacionales de contabilidad en 2011. Las objeciones puestas por Francia y Alemania a las nuevas normas, que han motivado la decisión de Bruselas, parecen basarse en el temor a perder influencia en el proceso de elaboración de las reglas si los criterios se fijan de forma conjunta.
Una cosa es el miedo a perder autoridad, y otra retrasar unas normas que simplifican varios problemas. El comisario europeo de Mercado Interior, Charlie McCreevy, considera que la contabilidad es demasiado importante como para dejársela a los contables. Por desgracia para los inversores, McCreevy ha visto cumplido su deseo; la contabilidad está ahora en manos de los políticos.
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